Quién
se abandona mejor al cariño de su padre y de su madre que un niño en la plena y
absoluta seguridad de que son ellos los que cuidarán de él, por eso no se
preocupa por lo que hay que a hacer y programar para el día siguiente, si habrá
suficiente o faltará, sus padres proveerán.
No tiene pasado y no tiene experiencias, por
tanto a ninguna se apega, el presente es puro, ahora sin condicionamientos por
experiencias contractivas, irá aprendiendo, descubriéndolas a medida que crece y
siempre que encuentre alguna dificultad vuelve su mirada a sus padres para que
le resuelvan el problema y sigue adelante, sin preguntarse porqué o para que.
No proyecta a futuro, tiene deseos muy
puntuales y concretos, pero no espera de un mañana pues no sabe que existe,
solo vive cada instante y cada momento con esa capacidad de sorprenderse con
cada descubrimiento que la vida le pone delante.
El Reino de los Cielos será de aquellos que
se comporten como Niños manifestó Jesús de Nazaret. La infancia es espiritual,
no podemos volver a la niñez, pero es la vida espiritual la que nos devuelve
todas las actitudes precisas para hacer de nuestra vida una “infancia
espiritual”.
Capacidad de sorprenderse, confianza,
desprendimiento, desapegos, fe, esperanza, capacidad de amar… y sobre todo alegría.
Quien vive una vida espiritual plena es una persona
ALEGRE, como la alegría de un niño o una niña, plena, sincera, contagiosa y
serena.
La emoción más expansiva y contagiosa de
todas, la alegría, es la señal de identidad de quienes han alcanzado un grado de
madurez espiritual. Es decir cuánto más se madura en el desarrollo espiritual
más niño se vuelve uno en el mismo plano. Por ello quienes han alcanzado cotas
superiores son más niños y por eso, como los niños, son admirados y queridos.
No volvemos muy simples, casi sin necesidades
materiales que satisfacer, continuamente alegres y cuando algo falta confiamos,
y cuando algo llega que nos limita, confiamos, cuando se apodera de nosotros la
tristeza o el dolor, confiamos, cuando caemos en la ira, nos tratamos con
compasión, cuando no conseguimos metas observamos la experiencia, intentamos
aprender de todo y de todos, bailamos, cantamos, saltamos, lloramos, gritamos,
jugamos y sabemos meternos hacía dentro en busca de nuestro Padre y nuestra Madre
que nos reconfortarán con una nana para dormir (por eso dormimos a pierna
suelta) y nos darán todo el amor que necesitamos y que somos. Todo nos sobra
pues solo Ellos bastan y por eso compartimos lo que sabemos y sentimos pues
nunca se agota.