Durante
siglos, tal vez de siempre, desde el principio de la vida consciente, se ha
establecido una dialéctica entre lo racional y lo espiritual que ha podido
crear una sensación de contradicción, es decir, o eres racional o eres
espiritual y que podríamos resumir en una frase: “El amor tiene razones que la
razón no entiende”. Pero lo que sí está claro es que durante ese mismo tiempo
ambas han convivido, de ahí su debate. Ninguna de las dos ha dejado de existir.
En la vida espiritual
no se trata de tener la razón, sino de saberla utilizar de una manera
determinada. Se nos ha facilitado la razón y el entendimiento como herramienta
de desarrollo personal y ésa ha sido creada en libertad, bajo lo que se
denomina el LIBRE ALBEDRIO: puedo elegir. Desde el cerebro reptiliano que solo
podía elegir entre atacar o huir, hasta el muy desarrollado neurocortex,
pasando por el límbico como paso intermedio, nuestro cerebro es pura elección,
bien consciente o subconsciente , pero es pura elección.
Desde ese
poder elegir de nuestro desarrollo como seres humanos en cada etapa de la
historia el hombre y la mujer se han relacionado con la vida espiritual de una
determinada manera. El que quiera conocer esta apasionante historia tiene a su
disposición las investigaciones que ponen de manifiesto como en cualquier
civilización la vida espiritual ha estado presente.
La pregunta
sería que razones tiene la razón para elegir el espíritu, la vida espiritual.
Nos podemos imaginar que en cada etapa de la historia han sido diversas, desde
el deseo de protección ante el miedo en las épocas primitivas, pasando por el
deseo de prosperidad en las épocas más
evolucionadas, hasta el presente en el que el hombre y la mujer tienen razones
de desarrollo personal integral.
Son las
razones que produce el cerebro la fuente de la vida espiritual y es el espíritu
quien da razones para crear y mantener la vida espiritual. Todas las razones
primigenias se conservan, es decir, los primeros hombres oraban y realizaban ritos
para pedir protección, así lo hacemos ahora, luego para pedir cosechas
abundantes, también pedimos abundancia y finalmente nos desarrollamos como
seres espirituales a la par que racionales integrandolas en un desarrollo que
denominamos INTEGRAL.