MI PRIMER DÍA EN LA CÁRCEL DE TOPAS
J.J., 16 años en el Centro
Penitenciario, se dirigió a mí al final y me entregó una nota con su nombre: “Quiero estar en contacto con usted”.
P., el Presidente del Módulo 12 que me enseñó en compañía de Miguel y
Marciano, ambos funcionarios, o Eva del Equipo Directivo que ha apoyado la
implantación de este proyecto pionero en España gracias al compromiso de mi
amigo Miguel. Hasta los cincuenta que acudieron, entre funcionarios y reclusos.
Todos ellos son los protagonistas de esta historia.
Pasé por las cocinas, el Módulo
12, módulo de respeto, las aulas, el edificio sociocultural, los pasillos, las
celdas, las oficinas…en fin un paseo, que por genuino y original quedará
grabado en la memoria de mi vida. El momento más impactante fue cuando me
subieron a la galería de las celdas, al llegar al pasillo mi mente evaluó lo que estaba viendo y las
comparó con las imágenes grabadas que sólo eran de películas, pues de ninguna
otra manera tenía referencias reales de la situación. El momento fue de gran
sorpresa aderezada con una pequeña, mínima, angustia de claustrofobia, que pasó
al segundo, pero al estar atento pude constatar. Fue el único momento en que
sentí el peso de la prisión como cárcel, como encierro y privación de libertad.
Todo comenzó por la mañana, iba
en coche al Centro Penitenciario de Topas, a camino entre Salamanca y Zamora.
Una cárcel moderna, como me decían los funcionarios, pues las anteriores en las
que trabajaron en los años ochenta eran muy diferentes. Entré en años
anteriores como Abogado, para entrevistarme con reclusos y acompañar algunos de
mis clientes a entrar en prisión. En este caso, tan solo en dos ocasiones y fue
una experiencia profunda e intensa, llena de emociones con sabor amargo a
despedida hasta dentro de mucho tiempo. El dentro, yo fuera. Aún recuerdo el
primer día que detrás de mí cerraron las puertas de seguridad con un gran
estruendo, me abordó un sentimiento mezcla de miedo e inseguridad. Duró poco
tiempo, unos segundos, pero son acontecimientos que se recuerdan siempre.
Según iba en el coche aproveché
para hacer con el manos libres una llamada de teléfono a un amigo, su padre
estaba enfermo, me entero entonces del fallecimiento días antes y nadie me
había comunicado nada. Sentí tristeza y rabia. Me invadió un sentimiento tan
poderoso que incluso derramé lágrimas. Nadie me había avisado, nadie me llamó
por teléfono o me mandó un mensaje para informarme. Me sentí sólo,
tremendamente sólo. Me enfadé con todos aquellos, que, con nombres y apellidos,
iban apareciendo en mi mente, como posibles trasmisores de la noticia. Fue agudo,
intenso, duró casi diez minutos de los quince que se tarda en llegar la
Prisión. En principio me molesté al ver como este sentimiento, mezcla de
tristeza y rabia invadía mi cuerpo y mente cuando deseaba estar sereno y
tranquilo para hacer el trabajo en el Centro, dar una conferencia sobre como
Mindfulness puede ayudar a la población que vive encerrada entre cuatro paredes
de manera obligatoria y con una condena a sus espaldas. ¿Por qué me pasaba a mí
esto en estos momentos?, fue entones cuando cambié la pregunta y me pregunté:
¿Para qué?, ¿para qué me ocurría este sentimiento? Y fue entonces cuando surgió
desde el corazón un susurro, algo así como: “para
que sepas como se sienten ellos”.
Calmado con la respuesta al
entender que era un regalo tomé conciencia del momento y pude empatizar mucho
mejor con todas las caras, todos los rostros, todos los lenguajes corporales,
las miradas y los gestos de más de cincuenta personas con las que me crucé y me
escucharon. Al final de mi intervención que duró una hora les conté la
experiencia como ahora lo hago cono los lectores de este blog.
Durante las próximas semanas iré
relatando la experiencia de convivir con 15 reclusos que se formarán para ser
FACILITADORES de Mindfulness entre sus compañeros y poder, en su día, montar un
Aula de Paz, la primera en España.
De “SOBREVIVIR A VIVIR” es el
título que le hemos puesto a la experiencia que comenzamos hablando de tres
personajes históricos VIKTOR FRANKL, NELSON MANDELA y MAXIMILIANO KOLBE,
quienes padecieron cautividad y emplearon diferentes técnicas, hábitos y
actitudes para afrontar su encierro. Los dos primeros lograron sobrevivir, el
último no, pero en su caso existió un motivo, ofreció su vida para ser
exterminado en la cámara de gas de un campo de concentración nazi a cambio de
la de un padre de familia, pues era sacerdote.
Un día como el del martes 24 de
enero de 2017 se dan poco en la vida. Dejé reposar “las lentejas” (quienes me
siguen saben a qué me refiero, sobre todo mis alumnos) y que se posaran
debidamente, pues ayer estaba muy contaminado con la emociones. Hoy en la
serenidad que da el “poso” y el paso del tiempo puedo afrontar ahora el
presente relato.
SIEMPRE ADELANTE.