En muchas ocasiones será necesario que nos
partan el corazón para que nos fijemos en él. Educamos desde la mente, en el
corazón se han educado pocas personas. Nos enseñan a resolver problemas desde
la mente, incluso los sentimentales. El resultado de esta educación es evidente
a los ojos de la historia y por la evaluación del presente. Pero no vayamos
mucho más allá de nuestra propia vida y la de nuestra familia o personas que
nos rodean para realizar un balance de la educación mental. Educar con la mente
y desde el corazón es el paradigma al que estamos llamados por todos cuantos,
en todas las partes de la tierra han trascendido la mente y han alcanzado cotas
insospechadas de sabiduría y otros miles, todos estos anónimos, que lograron
igualmente trascender la educación absolutamente mental y aplicaron a su vida
anónima cotas de desarrollo espiritual insospechadas y de los que si indagamos
un poco en nuestra familias y entorno encontramos ejemplos.
Tener un “corazón roto” se ha identificado
con un desgarrador sentimiento de pérdida que coloca el fenómeno en el mundo de
los sentimientos y por ende de los sentimentales. En un mundo primeramente muy
corporal (la ley del más fuerte), posteriormente mental (la ley del más listo)
los sentimentales no tenían sitio. Permitirse tener el “corazón roto” y
trabajar el sentimiento que tal situación provocaba no ha sido posible hasta el
siglo XX para la inmensa mayoría de la población, más aún quedan muchas
personas que siguen con la creencia de que no se pueden permitir sentir
determinados sentimientos.
El “corazón roto”. ¿Por qué se sitúa el dolor
en el corazón?. Si somos tan mentales y todo está en la mente, como todos
creemos a pie juntillas, siendo la creencia más poderosa sobre la tierra, ¿por
qué hablamos del “corazón roto”?, ¿por qué me rompes el corazón? ¿por qué me
has roto el corazón?...Esta pista de nuestro lenguaje nos es baladí. El corazón
se rompe. El corazón tiene razones que la razón no entiende.
Si somos capaces de reconocer que hay situaciones,
personas o circunstancias que nos rompen el corazón, ¿cómo no somos capaces de
prestarle la atención debida?.
Alguno estará pensando que se trata de una
forma de hablar, que no es literal. Esta ha sido la trampa que la mente ha
creado para que no permanezcamos atentos a otros fenómenos que la mente
considera sus enemigos y así, no prestamos atención al cuerpo salvo cuando la
mente lo utiliza, pues la considera su siervo, no prestamos atención al corazón
pues la anula completamente, no prestamos atención al entorno, circunstancias y
universo pues la trasciende, y encerrados en nuestras mente creemos que todo
cuanto existe sobre la tierra es lo que nuestra mente es capaz de entender y
comprender y que no hay más. Y si así fuera, la mente de los romanos seguiría
existiendo, la de los griegos, egipcios, mayas, judíos, chinos o aztecas, más
todas esas mentes, todas esas maneras de pensar han sido trascendidas, por cuanto
existe mucho, ¡pero mucho más de lo que la mente puede percibir!. Hemos
conservado lo útil y necesario y hemos ampliado nuestro mapa. Y recordemos que
el mapa no es el territorio.
El “corazón roto” podrá ser un recurso
literario y descriptivo de sentimientos fantástico para poner palabras a lo que
sentimos. Encerradas en esas palabras, “corazón roto”, se encuentra una
sabiduría que pocos han alcanzado, pues pocos se ha atrevido a traspasar el
sentimiento, sosteniéndolo con serenidad y paz y preguntándose ¿PARA QUÉ?.
Cuando tengamos la sensación de tener el “corazón
roto” se trata de dejar la mente a un lado, poner el foco en el cuerpo y dejar
que surja de nuestro interior la información, la valiosa comprensión y toma de
conciencia que solo nos sirve a cada uno de nosotros y con ella sostenida en
una respiración consciente preguntarle el ¿para qué? y dejar que esa sabiduría
del corazón nos entregue el preciado mensaje. Más la mente intentará y mil
veces intentará sabotear el proceso, sabotear todo cuanto ocurra en el proceso
del “corazón roto”, pues sabe y reconoce que lo que aparezca cambiará creencias
y nos hará trascender y evolucionar, salir de la zona de confort que la mente
ha creado para nosotros generando la creencia de que más allá, no hay nada.
Si tenemos la experiencia de un “corazón roto”
hemos sido bendecidos con la posibilidad de trascender, hemos sido llamados a
superarnos. Si la mente no te deja entenderlo has encontrado al saboteador, te invito a que te quedes un
rato con este personaje y le hagas una serie de preguntas, si así lo haces
descubrirás rápidamente el engaño. Pregúntale a tu mente por qué no te deja
estar con el dolor y si es que ella ya sabe que hay detrás del dolor del “corazón
roto” para evitarlo, cuándo ha estado tu mente allí que no hayas estado tú con
ella, o es que tu mente tiene vida propia y puede tener vivencias sin ti. Pregúntale
entonces quien se lo ha enseñado, o por qué lo sabe. Pregúntale por qué no se
atreve a experimentarlo por sí misma, por qué no lo experimentáis juntos y
salís de dudas. Se consciente de sus respuestas. Estate presente en las
preguntas y tomarás conciencia de que solo se trata de una creencia mental que
mantiene la zona de confort. Por último pídele permiso para estar con el “corazón
roto” un rato y si es necesario ordénaselo con un pequeño y amoroso gesto de
autoridad. Atrévete a descubrir, atrévete a explorar, atrévete a seguir
adelante, siempre adelante en el conocimiento de lo que eres, incluso con el “corazón
roto”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario