Quien se
reinicia como ser espiritual poco o nada suele preocuparle la política basada
en ideologías que clasifican a los hombres y las mujeres en diferentes grupos y
generan poderosos filtros de creencias con los que se analiza la realidad.
La política
la entienden como “micro” es decir, en el ámbito en el que tiene capacidad de
influencia, en el perímetro en el que puede interactuar con otros. Este terreno
no es otro que su “vida privada”, en la que intenta ser luz y dar luz a los
demás. No existe “vida pública” para un ser espiritual.
La “vida
pública” para el ser espiritual no es la norma, si bien, cuando alcanza su
misión una trascendencia pública y notoriedad suele ser para afrontar
determinaciones del alma que requieren un gran empeño y esfuerzo. Es entonces
cuando el ser espiritual aparece en la vida pública para trabajar y reivindicar
lo que anhela y constituye su misión.
A lo largo
de la historia han existido muchas personas que desde el espíritu han sido
llamados a misiones que han trascendido a lo público logrando evoluciones
sociales, culturales y humanas que han dejado una huella que aún hoy perdura.
No se trata
de gobernar el mundo, no se trata de legislar para los demás. Se trata de
desarrollar una misión personal cuya fuerza es tan poderosa que logra
trasformar el mundo más que un gobierno o una ley.
Los seres
espirituales son temidos en política por quienes desde una dimensión
exclusivamente mental pretende gobernar. Los líderes políticos del momento
suelen chocar frontalmente con el líder espiritual que le corresponde. Sus
enfrentamientos suelen pasar a los libros de historia más los que suelen ser
recordados suelen ser los líderes espirituales así como sus logros y reformas.
En política
cada cierto tiempo surge un líder espiritual que transforma, reeduca y
despierta.
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