En el camino de este curso sobre como
Reiniciarnos como Seres Espirituales hemos llegado al capítulo XVIII, ya somos mayores de edad, ya nadie nos tiene
que decir lo que tenemos que hacer, ya hacemos lo que nos da la gana.
En esta mayoría de edad se suele decretar la
existencia de una sola norma: NO HAY NORMAS EN LA ESPIRITUALIDAD.
Quién así comienza inicia su camino los hace con
una negación y una contradicción, pues ha marcado una norma, ahí la
contradicción y emplea el “no” que nuestro cerebro en muchas ocasiones no sabe interpretar
por su propio funcionamiento.
Solo ven normas los que no están dispuestos a
cumplirlas.
Solo se puede llamar norma a las
determinaciones que un poder coercitivo puede imponer por la fuerza.
En el caso de la espiritualidad no existe
ningún poder coercitivo que imponga por la fuerza el cumplimiento de sus
determinaciones. Todo lo hago porque me da la gana, que es la única norma que
existe.
Quien se desarrolla como ser espiritual acaba
tomando como base y manifestación de su espiritualidad una serie de reglas,
normas, costumbres, mandamientos, preceptos o como se les quiera llamar que
cumple con gusto y amor, porque le da la gana y si no es así es que no ama lo
que dice amar.
Durante miles de años los maestros de
sabiduría, las religiones, filosofías e ideologías han marcado las normas que
son necesarias para tener una vida espiritual e interior plena, más nuestra
mente, principalmente nuestra mente, se resiste a aplicarlas.
Quien afirma que las normas, costumbres,
ritos, mandamientos, decretos o preceptos no pueden existir en la vida
espiritual olvida la naturaleza humana que está dotada de mente, cuerpo y
emociones, que sí cumplen con normas, que sí son algo son un orden natural
normativizado en reglas, las reglas de la naturaleza y el propio universo. Por
tanto, abstraerse de normas en la vida espiritual es negarle a la espiritualidad
su propia esencia por ser natural y universal, es decir, por pertenecer a la
naturaleza humana y al mismo universo con el que está unido inexorablemente.
La mente necesita reglas, el cuerpo necesita
reglas, las emociones necesitan reglas, normas, estipulaciones, decretos,
costumbres…pero todas ellas, si así se las quiere denominar, no son tales para
quien las cumple pues lo hace por amor, con un inmenso amor. El Ser espiritual
cuida el cumplimiento de esas normas con una gran caridad y compasión pues no
se sanciona si no las cumple, dado que es flexible en su aplicación más rígido en su formulación.
El que quiera reiniciarse en la
espiritualidad deberá encontrar sus normas y cumplirlas porque le da la real
gana que es la mayor expresión de libertad que existe. En el cumplimiento de esas normas encontrará la
paz, la serenidad y el amor que necesita.
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