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domingo, 22 de febrero de 2015

Un Cursillo de AMOR: EL AMOR VERDAD.


Todas las religiones han reclamado para sí el depósito de la VERDAD. El discernimiento entonces de cuál es la verdadera se volvió desde el inicio de los tiempos una necesidad. Todo ser humano cuando desarrolla su intelecto responde a una pregunta ¿La Verdad existe?, su respuesta determinará su vida. Es cierto que existen conversos y descreídos, los primeros son los que pasaron del No al Si y lo segundos los que pasaron del Si al No. Igualmente este proceso determina la vida dividendo la misma en dos, un antes y un después de la revelación.

La VERDAD es revelada,  no existe otra manera de acercarse a ella. Para que la revelación exista o se produzca se precisa de una disposición de la mente principalmente.

Si la VERDAD se revelara a todos a la vez el mundo cambiaría radicalmente, no volvería a ser el mismo. Este es el anhelo de a todos cuantos se les ha revelado, que todos los demás puedan conocerla. En esta misión hay un tiempo, el tiempo de cada ser humano y la VERDAD no puede pertenecer a ningún tiempo pues debe pertenecer a todos y a ninguno para ser VERDAD. Conocemos verdades asociadas a tiempos que han sucumbido y sucumbirán por su propia naturaleza temporal. La VERDAD por ello y para la mente es eterna, aunque este concepto de eterno para la mente se haga difícil de entender y comprender.

Si la VERDAD es eterna, en el siempre es siempre la misma, pues no puede ser algo diferente en un tiempo y diferente luego en otro, por tanto la VERDAD a parte de eterna sólo puede ser una e inmutable, no puede cambiar.

Si nuestra naturaleza pretende alcanzar la VERDAD como algo eterno, única e inmutable es imposible comprenderla con la mente que es temporal, diversa y mutable. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia mente y por eso no hay unicidad en la mente.

Dónde encontramos eternidad, unicidad e inmutabilidad en esta vida es en el AHORA. Es el único momento que pertenece a la eternidad y por tanto comulga con la VERDAD en este atributo. La VERDAD y el AHORA conviven. El AHORA es sólo UNO, pues es irrepetible. Y el AHORA es inmutable por propia definición, sólo el recuerdo del ahora y la programación mental de lo que será el ahora como deseo o sueño es mutable. Por tanto el AHORA e eterno, uno e inmutable.

Par encontrar la VERDAD en el AHORA no puedo utilizar la mente, que no puede vivir en el ahora por propia esencia. Dispongo del cuerpo, que vive en el ahora, es único pero es mutable y temporal. No puedo confiarme de las emociones por su carácter temporal. Por tanto, sólo el cuerpo me permite entrar a conocer la verdad pues me permite estar en el AHORA. El cuerpo dispone del corazón, que dispone de neuronas. Estas neuronas ven la vida como es, sin filtros, al revés de la mente. Por tanto, con el CORAZON podré conocer la VERDAD.

Disponer el CORAZON para conocer la VERDAD requiere ATENCION PLENA desde el CORAZÓN y es cuando surge el AMOR que es AMMA (la reclamación de la atención del bebé a su madre cuando nace, su primer balbuceo), ATENCION, ATENCION, ATENCION.


“El AMOR como “SABIDURIA INFINITA que nos permite conocer la VERDAD”. Este es el AMOR del que hablamos en este Cursillo y si el AMOR es infinito como  Sabiduría, forma parte de la eternidad y es en ella donde lograremos alcanzar su plenitud y en la tierra la única expresión de la eternidad que tenemos es el AHORA”.

domingo, 15 de febrero de 2015

Un Cursillo de Amor: EL COMIENZO


Todo da comienzo de manera muy temprana. En la comprensión preconsciente, como bebés. En estos primeros momentos en la vida, cuando no existe una apreciación del “yo”, es entonces, en los primeros días de vida cuando queda grabado en nuestro cuerpo físico, en nuestros cuerpo spicoemnocional y en la energía que somos, llamémosle, una sensación, que quedará registrada para nosotros como lo que entendemos por amor. Todo comienza en el balbuceo que realizamos para que la madre, que nos ha portado durante meses, nos atienda, nos preste atención, nos de amor.

El resto de nuestra vida, ya con el ego conformado y estructurado, pasaremos la vida buscando la sensación, una sensación de amor profundo pues hemos sido separados de él spiquicamente, buscando desesperadamente una persona que pueda aportar lo que consideramos que nos falta. Pasamos la vida en la vivencia de esta carencia que enterramos bajo las llaves de creencias, todas mentales, que impedirán en el futuro encontrar el camino de vuelta a casa.

Existe una gran información de lo que para cada uno de nosotros es el amor si indagamos en lo que ocurrió en el primer año de vida.

Federico II de Prusia apartó a niños al nacer para ser criados sin ningún tipo de afectividad o sentimiento con el objeto de crear un ejercito de hombres sin sentimientos de compasión. Los tuvo en un hospital al cuidado de personas que no les suministraban más que comida y les limpiaban, sin aportarles afecto y atenciones afectivas. Todos fallecieron a las pocas semanas. Lo que se tomó como una epidemia fue descubierto un siglo después por Rene Spitz (discípulo de Freud) y que describió como la ausencia de estimulación benigna.

Rene Spitz estudiaba que ocurría cuando los neonatos son apartados de sus madres en las primeras horas y días y son atendidos por enfermeras que les trataban con desdén. Acuñó el término “Hospitalismo”.

Todo comienza en el mismo instante en que somos concebidos, a los diez días el corazón da su primer latido en el seno materno y desde ese momento comienza la aventura del amor, que no es otra que la atención. Hasta el surgir del ego, todo será registrado, en nuestro cuerpo, nuestros recuerdos, en nuestra mente y determinará en el futuro la manera como buscamos el amor, como desde esa personal e individual forma de haber registrado el amor o su ausencia buscamos el reencuentro. Este camino, que es particular e individual, es en todos los casos no consciente. Cuando la consciencia llega a la costatación, a la compresión de lo que ocurrido, entonces, se integran, se reconocen “lo que fue” con “lo que soy” para sencillamente “Ser”. Se completa un ciclo del viaje y se produce un renacimiento, un nuevo comienzo desde la consciencia de que solo se es, solo Ser.

Mientras ocurre este encuentro la vida trascurre en un  movimiento de búsqueda de lo que se considera perdido o lo que nunca se tuvo. Sólo volviendo a casa, solo volviendo al origen para ahora con la consciencia “sanar” las heridas, las “sombras”, y dar comprensión a lo que el bebé no puedo integrar en la consciencia, se puede trascender el ego carencial y vivir desde el Ser. Encontrar el amor que somos.

Volver a casa, volver al niño, al bebé para darle comprensión y compasión al momento en que sin consciencia verificó el amor por primera vez. 

Volver al comienzo.