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domingo, 15 de febrero de 2015

Un Cursillo de Amor: EL COMIENZO


Todo da comienzo de manera muy temprana. En la comprensión preconsciente, como bebés. En estos primeros momentos en la vida, cuando no existe una apreciación del “yo”, es entonces, en los primeros días de vida cuando queda grabado en nuestro cuerpo físico, en nuestros cuerpo spicoemnocional y en la energía que somos, llamémosle, una sensación, que quedará registrada para nosotros como lo que entendemos por amor. Todo comienza en el balbuceo que realizamos para que la madre, que nos ha portado durante meses, nos atienda, nos preste atención, nos de amor.

El resto de nuestra vida, ya con el ego conformado y estructurado, pasaremos la vida buscando la sensación, una sensación de amor profundo pues hemos sido separados de él spiquicamente, buscando desesperadamente una persona que pueda aportar lo que consideramos que nos falta. Pasamos la vida en la vivencia de esta carencia que enterramos bajo las llaves de creencias, todas mentales, que impedirán en el futuro encontrar el camino de vuelta a casa.

Existe una gran información de lo que para cada uno de nosotros es el amor si indagamos en lo que ocurrió en el primer año de vida.

Federico II de Prusia apartó a niños al nacer para ser criados sin ningún tipo de afectividad o sentimiento con el objeto de crear un ejercito de hombres sin sentimientos de compasión. Los tuvo en un hospital al cuidado de personas que no les suministraban más que comida y les limpiaban, sin aportarles afecto y atenciones afectivas. Todos fallecieron a las pocas semanas. Lo que se tomó como una epidemia fue descubierto un siglo después por Rene Spitz (discípulo de Freud) y que describió como la ausencia de estimulación benigna.

Rene Spitz estudiaba que ocurría cuando los neonatos son apartados de sus madres en las primeras horas y días y son atendidos por enfermeras que les trataban con desdén. Acuñó el término “Hospitalismo”.

Todo comienza en el mismo instante en que somos concebidos, a los diez días el corazón da su primer latido en el seno materno y desde ese momento comienza la aventura del amor, que no es otra que la atención. Hasta el surgir del ego, todo será registrado, en nuestro cuerpo, nuestros recuerdos, en nuestra mente y determinará en el futuro la manera como buscamos el amor, como desde esa personal e individual forma de haber registrado el amor o su ausencia buscamos el reencuentro. Este camino, que es particular e individual, es en todos los casos no consciente. Cuando la consciencia llega a la costatación, a la compresión de lo que ocurrido, entonces, se integran, se reconocen “lo que fue” con “lo que soy” para sencillamente “Ser”. Se completa un ciclo del viaje y se produce un renacimiento, un nuevo comienzo desde la consciencia de que solo se es, solo Ser.

Mientras ocurre este encuentro la vida trascurre en un  movimiento de búsqueda de lo que se considera perdido o lo que nunca se tuvo. Sólo volviendo a casa, solo volviendo al origen para ahora con la consciencia “sanar” las heridas, las “sombras”, y dar comprensión a lo que el bebé no puedo integrar en la consciencia, se puede trascender el ego carencial y vivir desde el Ser. Encontrar el amor que somos.

Volver a casa, volver al niño, al bebé para darle comprensión y compasión al momento en que sin consciencia verificó el amor por primera vez. 

Volver al comienzo.

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