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viernes, 31 de enero de 2014

REINICIARSE como SERES ESPIRITUALES: El ayuno y la mortificación (XX).


Ayuno y mortificación son palabras, solo palabras.

Estas palabras, ayuno y mortificación pronunciadas en el ámbito de la espiritualidad ponen los pelos de punta a más de uno.

Si sustituimos ayuno por dieta  y la aplicamos a la vida de muchos hombres y mujeres que saltan de dieta en dieta en búsqueda del peso, la talla y/o la figura ideal, entonces es aceptada sin más, es más, utilizada por la propia medicina en situaciones concretas. Pero no son más que ayunos según el diccionario.

Al igual nos ocurre con la mortificación. Si la sustituimos por la palabra sacrificio aún resuena de manera diferente, si seguimos avanzando y la sustituimos por esfuerzo nos va sonando más apreciable y aceptable. Si aplicamos la palabra esfuerzo al deporte veremos como una inmensa cantidad de personas que con un gran esfuerzo todos los días salen a correr decenas de kilómetros y participan en carreras maratonianas en las que el esfuerzo, el sacrificio y la mortificación son absolutamente necesarias para alcanzar la meta.

Con la conciencia clara de que podemos sustituir la palabra que nos incomoda por otra podremos enfrentar el tema de hoy a la vida espiritual en la conciencia clara de que no existe vida espiritual plena sin dieta y sin esfuerzo.

Durante miles de años los grandes maestros así lo han testimoniado. El ayuno, la dieta es básica para mantener una vida espiritual plena. Los avances científicos en este sentido han sido tan prodigiosos que ahora podemos mantener una dieta, un estilo de comida alineado con lo que somos. Sabemos el porqué del ayuno de nuestros antepasados. Sabemos que tenemos que prescindir determinados alimentos y fomentar la ingesta de otros, sabemos en qué cantidades son letales y en qué cantidades prodigiosos.

Por lo que se refiere al esfuerzo, sacrificio o mortificación, conocemos también por la tradición histórica que todos los grandes maestros de sabiduría eran hombres sacrificados y esforzados en la disciplina y normas, el plan de vida por ellos marcados por una sola razón. “porque les da la gana” de la que ya hablamos en otro anterior post. Sin sacrifico, sin esfuerzo, sin mortificación, sin renuncia no hay vida espiritual.

Entonces, ¿qué es lo que ocurre a la mayoría de la gente que cuando se les habla de ayuno y sacrificio en la vida espiritual lo rechaza, critican e incluso denostan, para luego abrazar un ayuno y mortificación aún más severos si cabe en otras facetas de su vida?. La respuesta debe darla cada uno.





viernes, 24 de enero de 2014

REINICIARSE como SERES ESPIRITUALES: Entre dos mundos (XIX)


Quien ha experimentado el viaje al centro de la tierra, tomando con permiso de Julio Verne el título de  su novela, sabe a partir de ese momento que existen dos mundos. En uno vivimos todos, en el otro se puede entrar, pero no quedarse a vivir mientras se habita sobre la tierra.

Es cuestión de permanencia. Hay quienes nunca han entrado, o quienes lo han hecho y no saben donde han estado, hay quienes lo vieron, lo sintieron y se olvidaron o rechazaron, hay quienes entraron y lo aceptaron, entre estos últimos hay quienes no vuelven y quienes lo hacen de continuo, entre estos, se distinguen los que lo hacen de manera más permanente y quienes lo hacen de manera más esporádica. Este es el camino personal, la verdad personal de cada uno en el camino espiritual junto con lo que experimenta cada vez que cruza el umbral del mundo espiritual.

Más quien con frecuencia lo visita y quien adopta sus reglas en el mundo terrenal pronto experimenta la “dualidad”, es decir, la existencia permanente en su vida de los dos mundos. Quién ha tenido la experiencia de oír, ver y sentir el mundo espiritual se convierte automáticamente en un peregrino del mundo terrenal que camina por la vida esperando la llegada del momento en que pueda abandonar esta tierra para retornar al mundo que lo creó y lo dejó venir a la tierra para que aprendiera y elevara su consciencia, hasta su encuentro con su creador, El Creador, Dios.

Son miles, sino millones, aunque solo se conoce el testimonio de unos cuantos cientos, los más divulgados, los que han experimentado esta vida dual entre el mundo terrenal y el mundo espiritual. En todas las culturas y religiones existen testimonios, algunos muy venerados y respetados, de estas personas a las que solemos llamar “místicas”.

Nuestra mente juzga a los místicos desde un  plano puramente mental, en la mayoría de los casos, rechazando y etiquetando sus experiencias. Hay quienes  los acoge con el corazón y los respeta y admira, más no logra aprehender toda su experiencia. Hay quienes les tienen miedo, les juzgan y eliminan pues ponen en peligro el “orden” de este mundo terrenal, un “orden” muy mental y racional y nada espiritual.

Los místicos son los guías, verdaderos maestros para poder adentrarse en el mundo espiritual, verdaderos sherpas. Quien tiene la dicha de encontrar a un místico y ser acompañado por él hacía ese mundo interior que todos tenemos dentro completará su formación en la tierra y dotará a su desarrollo integral del conocimiento y la sabiduría necesaria para trascender.

Para identificar a un místico es necesario tener el corazón activo en la inteligencia cardiaca, de lo contrario podemos caer en manos de falsos profetas y maestros que solo nos sugestionan a nivel mental y emocional. El verdadero místico abre su corazón y el nuestro tiene un encuentro con él formando una alianza de amor que sólo se siente y que no se puede describir con palabras.



viernes, 17 de enero de 2014

REINICIARSE como SERES ESPIRITUALES: La única norma: "porque me da la gana" (XVIII)


En el camino de este curso sobre como Reiniciarnos como Seres Espirituales hemos llegado al capítulo XVIII,  ya somos mayores de edad, ya nadie nos tiene que decir lo que tenemos que hacer, ya hacemos lo que nos da la gana.

En esta mayoría de edad se suele decretar la existencia de una sola norma: NO HAY NORMAS EN LA ESPIRITUALIDAD.

Quién así comienza inicia su camino los hace con una negación y una contradicción, pues ha marcado una norma, ahí la contradicción y emplea el “no” que nuestro cerebro en muchas ocasiones no sabe interpretar por su propio funcionamiento.

Solo ven normas los que no están dispuestos a cumplirlas.

Solo se puede llamar norma a las determinaciones que un poder coercitivo puede imponer por la fuerza.

En el caso de la espiritualidad no existe ningún poder coercitivo que imponga por la fuerza el cumplimiento de sus determinaciones. Todo lo hago porque me da la gana, que es la única norma que existe.

Quien se desarrolla como ser espiritual acaba tomando como base y manifestación de su espiritualidad una serie de reglas, normas, costumbres, mandamientos, preceptos o como se les quiera llamar que cumple con gusto y amor, porque le da la gana y si no es así es que no ama lo que dice amar.

Durante miles de años los maestros de sabiduría, las religiones, filosofías e ideologías han marcado las normas que son necesarias para tener una vida espiritual e interior plena, más nuestra mente, principalmente nuestra mente, se resiste a aplicarlas.

Quien afirma que las normas, costumbres, ritos, mandamientos, decretos o preceptos no pueden existir en la vida espiritual olvida la naturaleza humana que está dotada de mente, cuerpo y emociones, que sí cumplen con normas, que sí son algo son un orden natural normativizado en reglas, las reglas de la naturaleza y el propio universo. Por tanto, abstraerse de normas en la vida espiritual es negarle a la espiritualidad su propia esencia por ser natural y universal, es decir, por pertenecer a la naturaleza humana y al mismo universo con el que está unido inexorablemente.

La mente necesita reglas, el cuerpo necesita reglas, las emociones necesitan reglas, normas, estipulaciones, decretos, costumbres…pero todas ellas, si así se las quiere denominar, no son tales para quien las cumple pues lo hace por amor, con un inmenso amor. El Ser espiritual cuida el cumplimiento de esas normas con una gran caridad y compasión pues no se sanciona si no las cumple, dado que es flexible en su  aplicación más rígido en su formulación.

El que quiera reiniciarse en la espiritualidad deberá encontrar sus normas y cumplirlas porque le da la real gana que es la mayor expresión de libertad que existe.  En el cumplimiento de esas normas encontrará la paz, la serenidad y el amor que necesita.



sábado, 11 de enero de 2014

REINICIARSE como SERES ESPIRITUALES: El Espíritu obediente: ¿Quién es el “man”? (XVII)?


¿A quién obedecemos?.  Nuestros pensamientos obedecen criterios preestablecidos a lo largo de nuestra vida por la educación, el entorno y la experiencia. Nuestros sentimientos al ser la suma de  pensamientos y emociones de igual manera pueden anclarse en nuestra vida en virtud de la educación, el entorno y la experiencia. Nuestro cuerpo tiene reglas de funcionamiento y se habla del spico-cuerpo, tienen la potestad de gobernar nuestra vida con sus inclinaciones y deseos. Todos ellos, mente, cuerpo, emociones/sentimientos ponen en funcionamiento un complejo mecanismo de gobierno que nos controla y domina de manera automática. La pregunta al final se hace obvia: ¿Quién manda en mi vida?, ¿Quién es el “man”?. Esta pregunta tiene muy diferentes respuestas, tantas como seres humanos, pero si agrupamos en tres grandes grupos podríamos decir que existen unos en los que mandan más los pensamientos o la razón, en otros el cuerpo y finalmente está el grupo en que mandan los sentimientos. Si bien nuestro “man” es un complejo gobierno de mente, cuerpo y sentimientos.

¿Qué ocurre cuando en este gobierno aparece el espíritu?. Para que aparezca tengo que ser  consciente de él y al ser consciente me doy perfecta cuenta del sistema de gobierno que domina mi vida. Comienzo a observar de manera desapegada como manda el cuerpo, como manda la mente y como mandan mis sentimientos. En esta observación comienzo a poder influir de manera consciente en el gobierno dando sencillas instrucciones, pequeños pasos, que son siempre gestos, que se convierten en hábitos, que finalmente se hacen costumbres que acaban conformando un carácter, un carácter espiritual, en el que la paz, la serenidad y el amor son sus divisas.

En este período de consciencia, en esta transición de un modo de gobierno automatizado y poco consciente a otro de plena consciencia ¿quién da las instrucciones?, la respuesta no es otra que el SER. Ya tenemos al “MAN”. En este proceso el “man”, el que manda, es el SER en plenitud que gobierna nuestra vida de una manera hasta ahora no experimentada, un gobierno basado en la obediencia plena.

Compilar y codificar las instrucciones del Ser en esta forma de gobierno ha dado lugar a los libros sagrados, los manuales y manuscritos de los grandes maestros espirituales, que son pura inspiración y alimento para el camino, pero al ser interpretados por la mente, los sentimientos y el cuerpo cada persona puede alcanzar un grado de discernimiento diferente acerca de las reglas de este gobierno y por ello encontramos religiones, escuelas y sectas.

El ser espiritual es obediente, obedece al Ser, al corazón a su alma, de manera consciente. Se torna la obediencia como virtud en una actitud necesaria e imprescindible. Esa obediencia mentalmente analizada resuena en la mente como hierro y en el corazón y el alma como agua limpia que cuando quiere es líquida y calma la sed, cuando quiere es gaseosa para disiparse y desaparecer y cuando lo necesita se hace sólida para ejercer con contundencia la fuerza que precisa el momento. Más nuestra mente, sentimientos y cuerpo generando creencias limitantes crean el escudo protector que impide creer en la obediencia pues se presenta como contraria a la libertad que la mente, los sentimientos y el cuerpo quieren y desean para ejercer su gobierno.

sábado, 4 de enero de 2014

REINCIARSE como SERES ESPIRITUALES: El empoderamiento: El poder del sencillo. (XVI).


El aumento de la fortaleza es la consecuencia del empoderamiento. Pero no se trata de crear superman o superwoman, como egos superlativos que devuelven a un “yo” una fortaleza egocéntrica que considera todo cuanto lo amenace como enemigo. El empoderamiento del que hablamos trata de allanar el camino al Ser, hacerlo expedito, ancho y de fácil acceso, para que sin trabas se manifieste en todo momento y ante cualquier circunstancia. Es el resultado de aunar la mente, el cuerpo y las emociones en una misma misión: alcanzar el Ser que somos.

El empoderamiento traerá consigo la fortaleza. Esta virtud sin embargo no se presenta en el mundo exterior como tal, sino que aparenta ante los cánones sociales una debilidad incomprensible para mentes asentadas en deseos de fuerza y poder, pues se presenta con una tarjeta de visita muy concreta, que es la sencillez.

Quién está empoderado se presenta y se comporta como una persona sencilla. Es fácil entonces descubrir a quien no está empoderado por la fuerza del espíritu, basta con atender a esta cualidad, la sencillez, en los gestos, la palabra, las manifestaciones externas de sus actos, todo ello estará impreso de una gran sencillez. Así lo reconoceremos.

La fortaleza tiene su medida en las dificultades y contrariedades de la vida. Afrontar el miedo y evitar la temeridad son dos de sus manifestaciones. La fortaleza permite aceptar todo cuanto acontece en nuestra vida de carácter contractivo con la serenidad suficiente para responder de manera consciente y no reaccionar de manera automática.

Nada tiene que negar y ocultar, la vida se presenta tal y como es y tal y como viene se acepta y se responde. En casos especiales quien está empoderado y por ello con fortaleza ha superado pruebas al límite de la capacidad de resistencia mental y emocional como Viktor Frankl o Nelson Mandela, dando incluso la vida por situaciones justas.

En el cristianismo es Jesús de Nazaret la expresión misma del empoderamiento y por tanto fortaleza espiritual.En el budismo la fortaleza estaría representada por el constante y perseverante esfuerzo por una causa correcta aunque los demás no lo perciban. Es el término medio entre el miedo y la audacia.

En la vida, tal y como se presenta, casi siempre llena de imprevistos y adversidades cotidianas y diarias, la fortaleza, el empoderamiento, se vuelve el camino necesario para afrontarlas y vivirlas en plenitud.

Existen sustitutos de la fortaleza, del empoderamiento, suelen ser sustancias externas a nosotros, tales como el alcohol o las drogas, suelen ser experiencias como el sexo, sensaciones como la fuerza física, estados mentales y sentimentales como el poder…todos ellos artificiales, y efímeros sustitutos, pero que mientras duran nos dan la sensación de fortaleza y empoderamiento, pero cuando desaparecen nos quedamos como desnudos e inermes ante la circunstancia adversa. En todos estos casos hay una ausencia total de sencillez.

El empoderamiento, la fortaleza, en el camino de la iluminación budista es absolutamente necesaria. En el cristianismo es una virtud cardinal.