El aumento de la fortaleza es la consecuencia
del empoderamiento. Pero no se trata de crear superman o superwoman, como egos
superlativos que devuelven a un “yo” una fortaleza egocéntrica que considera
todo cuanto lo amenace como enemigo. El empoderamiento del que hablamos trata
de allanar el camino al Ser, hacerlo expedito, ancho y de fácil acceso, para que sin trabas se manifieste en todo momento y ante cualquier circunstancia. Es el
resultado de aunar la mente, el cuerpo y las emociones en una misma misión:
alcanzar el Ser que somos.
El empoderamiento traerá consigo la fortaleza.
Esta virtud sin embargo no se presenta en el mundo exterior como tal, sino que
aparenta ante los cánones sociales una debilidad incomprensible para mentes
asentadas en deseos de fuerza y poder, pues se presenta con una tarjeta de
visita muy concreta, que es la sencillez.
Quién está empoderado se presenta y se
comporta como una persona sencilla. Es fácil entonces descubrir a quien no está
empoderado por la fuerza del espíritu, basta con atender a esta cualidad, la
sencillez, en los gestos, la palabra, las manifestaciones externas de sus
actos, todo ello estará impreso de una gran sencillez. Así lo reconoceremos.
La fortaleza tiene su medida en las
dificultades y contrariedades de la vida. Afrontar el miedo y evitar la
temeridad son dos de sus manifestaciones. La fortaleza permite aceptar todo
cuanto acontece en nuestra vida de carácter contractivo con la serenidad
suficiente para responder de manera consciente y no reaccionar de manera
automática.
Nada tiene que negar y ocultar, la vida se
presenta tal y como es y tal y como viene se acepta y se responde. En casos
especiales quien está empoderado y por ello con fortaleza ha superado pruebas
al límite de la capacidad de resistencia mental y emocional como Viktor Frankl
o Nelson Mandela, dando incluso la vida por situaciones justas.
En el cristianismo es Jesús de Nazaret la
expresión misma del empoderamiento y por tanto fortaleza espiritual.En el budismo la fortaleza estaría
representada por el constante y perseverante esfuerzo por una causa correcta
aunque los demás no lo perciban. Es el término medio entre el miedo y la
audacia.
En la vida, tal y como se presenta, casi
siempre llena de imprevistos y adversidades cotidianas y diarias, la fortaleza,
el empoderamiento, se vuelve el camino necesario para afrontarlas y vivirlas en
plenitud.
Existen sustitutos de la fortaleza, del empoderamiento,
suelen ser sustancias externas a nosotros, tales como el alcohol o las drogas, suelen
ser experiencias como el sexo, sensaciones como la fuerza física, estados mentales
y sentimentales como el poder…todos ellos artificiales, y efímeros sustitutos,
pero que mientras duran nos dan la sensación de fortaleza y empoderamiento,
pero cuando desaparecen nos quedamos como desnudos e inermes ante la
circunstancia adversa. En todos estos casos hay una ausencia total de
sencillez.
El empoderamiento, la fortaleza, en el camino
de la iluminación budista es absolutamente necesaria. En el cristianismo es una virtud
cardinal.
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