Todos
los días está a nuestra disposición, extendida en todo su esplendor, toda ella
a nuestra disposición y para nuestro disfrute y deleite.
Nuestro cuerpo, mente y emociones la
disfrutan o la maldicen, depende del cristal con que la miremos, pues es
mensajera de vida pero también de muerte y en muchas ocasiones portadora de
mensajes de dolor y desesperanza.
Pero lo que nunca cambia es que está ahí, su
presencia, su contante presencia a nuestro lado de tal forma que toda ella nos
envuelve y no podemos entender nuestra existencia sin ella.
Sin título de propiedad la señoreamos, sin
contrato nos aprovechamos, sin autorización la utilizamos, sin su permiso la
explotamos, la transformamos, la utilizamos para nuestros fines y ella como
buena madre se deja, no protesta, se transforma pierde incluso su apariencia
para crear estructuras humanas salidas de la mente del hombre y la mujer.
Pierde la esencia y diseño de su creador para convertirse en lo que el hombre
ha soñado, pensado, diseñado.
Es tan natural la naturaleza que empleamos el
término natural para referirnos a lo que no tiene aditamentos, a lo que es pura
esencia, pues eso, porque es natural. Incluso a personas y comportamientos
naturales. Nuestro lenguaje ya nos está dando la pauta de lo que consideramos
lo natural, la naturaleza.
¿Pero quién nos entregó el manual de
instrucciones de cómo funciona toda ella en su total esencia y naturaleza? Han
tenido que pasar siglos para entender, para saber. Y ese ha sido el afán, aprender
de ella, aprender con ella, pues no tenemos otra cosa. Sí, es lo único que se
nos ha dado, la naturaleza.
Y nosotros también somos naturaleza, formamos
parte de ella y también tenemos un estado natural, una esencia natural. ¿Cuál
es nuestra esencia natural? Pues como hijos suyos y hechos a su imagen y
semejanza nuestra naturaleza natural es el desprendimiento, la disponibilidad,
la entrega, el amor…pues como la naturaleza natural, que es nuestra madre, ella
siempre está disponible, desprendida, entregada, dando todo lo que tiene gratis
sin pedir nada a cambio.
La Madre Naturaleza, la fuente de la sabiduría,
de la ciencia, del conocimiento, dispuesta a darnos todo lo que tiene.
Vuelve a ser necesaria la observación y la
contemplación desde la serenidad para contemplar en toda su amplitud esencial
lo que naturaleza es, aún más, lo que la naturaleza me hace sentir, sí, pues es
sentimiento la conexión más absoluta con ella. Conectar con su centro, conectar
con el nuestro y desde ahí que nazca el
diálogo entre madre e hij@. Algunos lo
encuentran con el cuerpo, otros con la mente, otros con las emociones, más son
los menos los que conectan con el corazón y entonces mente, cuerpo y emociones
alineados con el centro de la naturaleza son capaces de saber quienes son y
adonde van. Dale un Sí a la naturaleza con el corazón.
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